Viajar con adolescentes puede convertirse en un auténtico reto. En una edad en la que la independencia y la búsqueda de actividades “alejadas” de la unidad familiar se convierten en una prioridad, motivarlos para vivir unas vacaciones en familia es todo un desafío para sus progenitores. Pero, ¿cómo viaja una familia real con dos hijos adolescentes y que intercambia casa?

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Merche, miembro de HomeExchange desde 2011, nos cuenta su experiencia viajando con sus hijos de 12 y 14 años, y nos desvela algunos de sus trucos y actividades preferidas. Participación en la selección del destino y en la planificación del viaje, definición de tareas para cada uno de ellos, o realización de actividades acorde a sus gustos, son algunas de las recomendaciones que debes incorporar para viajar con adolescentes.

Esta es la experiencia de Merche y su familia:

Somos una familia de Barcelona con dos niños de 12 y 14 años, como dice mi hija, preadolescente. Mi hijo de 14 ya no dice nada, es más bien adolescente. Hemos hecho cinco intercambios, tres a Francia, uno a Dinamarca y uno a Holanda. Tenemos planificado uno a Irlanda.

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Empezamos a viajar de esta manera animados por la experiencia de mi hermana, veterana de intercambios. La primera experiencia de intercambio de casas creo que la recordaremos los cuatro toda la vida. Llegamos a un pueblecito francés del Loira Atlántico, precioso, y ya nos ves a los cuatro buscando las llaves de la casa debajo de una maceta. Enseguida llegó el gato de la casa a saludarnos. En ese primer intercambio nuestros hijos tenían 7 y 9 años.

Francia es un país fantástico para viajar con adolescentes y con niños de todas las edades: facilidades en todas partes, menú infantil, tronas, lápices para pintar mientras esperas…hasta las áreas de servicio tienen distracciones para ellos. Nuestros anfitriones nos dejaron mucha información en la casa, fueron encantadores.

Recuerdo cada uno de los intercambios de casas con ilusión, desde el momento de la búsqueda (que a veces es largo y laborioso), hasta la planificación del viaje, indagar la zona donde vamos y los sitios que podemos ir a ver…

Las llegadas a las casas con niños son, sin duda, un momento feliz y divertido, emocionante. Explorar la casa, descubrir los juguetes (antes cuando eran más pequeños, aunque ahora también les hace gracia verlo), decidir dónde va a dormir cada uno, maravillarse de cada espacio ajeno lleno de vida e historias de la familia, fotos, curiosidades. Esto es el detalle que hace la diferencia: estás en una casa con vida, no en un hotel.

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Hay otra cosa que me encanta de los intercambios de casas (bueno, ¡muchas!), y es que te devuelve la fe en el ser humano. Suena extraño, pero con las noticias que nos llegan a diario de las barbaridades que se cometen por todas partes (corrupción, guerras, abusos de poder…) es alucinante conocer tan buena gente repartida por el mundo. Que no tienen bicis suficientes en la casa, pues ¡la familia del intercambio se las pide a los vecinos o familiares! (esto lo vivimos en Dinamarca). Que se te estropea un electrodoméstico, ¡pues ahí viene el vecino manitas a ayudarte! (en Francia, Paris), que no has traído secador, ¡pues la vecina tiene uno precioso para dejarte! (en Burdeos) Realmente, hay buenas personas por el mundo, y nos acordamos con mucho cariño de cada una de las familias.

A lo largo de los años, hemos buscado actividades variadas para los niños, aunque hay un objetivo común: parques temáticos divertidos. Y así ha sido, ¡nos lo hemos pasado muy bien los cuatro!. En Francia hemos estado en: Parque Asterix, Futuroscope, Puy du Fou. En Dinamarca: Legoland, Bonbon-land, sin olvidar los parques acuáticos, y los parques de aventuras en los bosques! En Holanda sólo estuvimos en Ámsterdam 4 días, así que no dio tiempo de parques.

A la hora de preparar el viaje, mi método es hacer un primer interrogatorio individualizado, a cada miembro de la familia: ¿Hay algún sitio de Europa que te haga especial ilusión? (acotamos más que nada por tema económico). A veces, los niños, que son buenos gourmets, contestan: tal país por la comida, allí comeremos ostras, o allí se comen buenas pizzas.

Una vez han votado todos, me pongo a buscar usando el sentido común, a parte de la comida y los parques temáticos, hay que tener en cuenta: que en verano haya un sitio cercano para bañarse, que haya verde alrededor (ya tenemos ciudad todo el año), que la casa no esté demasiado aislada, que sea un país fácil para viajar con niños.

Ahora que nuestro hijo tiene ya 14 años, empieza a poner pegas adolescentes al viaje. Pero he encontrado la solución para que venga contento: nos llevaremos a un amigo suyo. Todos contentos, el amigo también. Es un gran secreto si viajas con adolescentes.

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Otra cosa que tengo en cuenta con niños mayores es que la casa tenga wifi y, si puede ser wii o play también se aprecia; que tenga espacio suficiente para que ellos puedan estar a su aire; que tenga comercios cercanos para que ellos puedan ir a buscar el pan, o cualquier otra cosa, y de paso se sientan súper autónomos en país extranjero; buscar alguna cosa que les guste del lugar, como tiendas especializadas de algún tema concreto:  informática,  tebeos,  cine…

Eso sí, se hace un pacto al salir: buscamos cosas que os gusten a vosotros, pero hay unos mínimos “culturales” que tenéis que aceptar. Por ejemplo, en Ámsterdam estuvimos en el museo van Gogh y en la casa de Anna Frank. En Paris en el Louvre, en Burdeos fuimos a una cata de vinos. Y por mucho que se quejen, luego tienen recuerdos bonitos, y aprenden, y mucho, a caminar por la vida, a ver que no es todo igual que en casa.

Es una experiencia que les regalamos a nuestros hijos que van a apreciar seguramente cuando sean adultos, y se den cuenta de todo lo que vivieron.

De cada uno de los intercambios de casas nuestros hijos tienen un recuerdo. En Dinamarca les encantó el concepto de comunidad que se tiene para las actividades de la vida diaria: su casa comunitaria, sus lavadoras comunitarias, los chalecos y los remos para pasear por el río disponibles para todos los vecinos.

En Ámsterdam les impresionó el “buen rollo” que se percibe en las calles, las familias en bici, y a nuestra hija en concreto, ¡lo guapos que son los holandeses!

Y si vuestros hijos son de fino paladar, cada sitio tiene una delicia por descubrir. En Ámsterdam la deliciosa repostería, en Francia, la lista es interminable: qué maravilla de crepes, de tartaletas de frutas, de ostras, pato, sus famosos quesos…Con la ventaja de poder comprar en las tiendas recomendadas por  nuestros anfitriones, sin duda las mejores.

Edades diferentes, intereses diferentes, y ahí vamos, adaptándonos. ¡Feliz intercambios a todos! No desesperéis...¡se puede viajar con adolescentes!

Una familia que intercambia unida permanece unida.

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